El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció que habrá inversiones provenientes de China por valor de $20 mil millones. Pero lo que no dijo fue si consiguió lo que fue a buscar: un salvavidas financiero de su mayor acreedor.
La ofuscación dice mucho de cómo la desaceleración de la economía de China y la caída de los precios de los productos básicos están poniendo a prueba su relación con América Latina y subraya la renuencia de Beijing – ya desplegada en Zimbabwe – a consignar dinero ciegamente ni siquiera a sus amigos más cercanos de países ricos en recursos.
Éstas son malas noticias para América Latina. Durante la última década, Beijing ha desembolsado más de $100 mil millones en créditos comerciales e inversión para la región y esta semana algunos de sus mayores clientes están llegando gorra en mano, en busca de nuevos fondos que los ayuden a atravesar estos tiempos de vacas flacas.
Aunque Chile, Brasil y Perú son todos importantes socios comerciales y de inversión, es en los acuerdos de gobierno a gobierno con gobiernos de izquierda en Venezuela, Ecuador y Argentina en los que China se encuentra más expuesta.
Como a menudo se ven excluidos de los mercados occidentales de capital, estos países describieron los fondos chinos como una «alternativa sursur» para el financiamiento del sector privado o de préstamos multilaterales de prestamistas dominados por Washington como el Fondo Monetario Internacional.
Esa estrategia une a Beijing a algunas de las economías más inestables de la región, y con el fin del auge de los productos básicos, ahora debe decidir cuánto apoyo nuevo puede ofrecer. Esta semana Beijing acoge la primera cumbre conjunta de China con la CELAC, una agrupación regional latinoamericana fundada por el fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que excluye deliberadamente a EEUU.
Los bancos y las empresas de propiedad estatal de China son relativamente nuevos en el mundo de las finanzas y las inversiones internacionales, y nunca han experimentado los ciclos de auge y caída tan familiares para los inversionistas a largo plazo en América Latina.
Castigados en África por su diplomacia de «cheque en blanco», los bancos gubernamentales chinos han tenido el cuidado de garantizar los préstamos a América Latina, especialmente a Venezuela y Ecuador, donde en buena medida están respaldados por las exportaciones de petróleo. Los préstamos respaldados por productos básicos representan aproximadamente la mitad de los $100 mil millones de la exposición china a América Latina, según estimados de Kevin Gallagher de la Universidad de Boston, autor de «El Dragón en la Habitación: China y el Futuro de la Industrialización Latinoamericana».
La reducción a la mitad del precio del petróleo y la formulación de políticas caóticas han obligado a Venezuela a luchar para obtener nuevos financiamientos para cubrir sus necesidades de importación, a pesar de que posee las mayores reservas de petróleo del mundo. Sus bonos internacionales ahora tienen un prohibitivo rendimiento del 24 por ciento.
Al encontrarse el precio del petróleo a alrededor de $50 por barril, Asdrúbal Oliveros, economista jefe de Ecoanalítica, estima que las necesidades de financiamiento de Venezuela son de unos $20 mil millones.
China ha estado reacia a aumentar su exposición venezolana, indica Alejandro Grisanti, analista de Barclays, y es probable que exija concesiones adicionales, como reformas económicas y un mayor acceso al petróleo, a cambio de un nuevo crédito. Ya le ha prestado a Caracas $51 mil millones.